lunes, octubre 30, 2006

La nena y ella



Ahora estoy acá, deshecha y me da por pensar en ella.
La veo con la luz amarilla pegajosa que siempre tuvo la pieza.
La silla de ella, una para mí, la tercera para Brián.

(-Trajiste al osito Braian? -preguntaba mamá.
-Se llama Brián, mami, no Braian -aclaraba enojada.)

La siento aburrida ahí sentada. Pobre, tiene tan poco que hacer hoy y para colmo lleva puesto el vestidito detallado, como si fuese sábado y esperara que la lleven a pasear.
Me mira con esos ojos negros, brillantes. ¿Qué quiere que haga?

(No voy a dejarte que me hagas trenzas, bastante que te pienso.)

Estaba con Brián, le sacaba las pelusas. Le acomodaba la silla delante, lo reclinaba, y desde atrás le sacaba una a una las bolitas de pelo con las uñas mal pintadas.
Tanta atención feliz, nena, tanta dedicación, tanta abnegación siempre. Si se podría decir que todas las muñecas del barrio te querían de estilista. Siempre accedía a prestarle sus hebillitas a las amigas y a compartir las galletitas que hacía con mamá.
¿Tan alegre eras dando, corazón?






(y si Brián supiera que fue el primero de tantos)


25-10-06
(Imagen: Lau D)

lunes, octubre 23, 2006

Carmín (soledadheridas)


¿Que qué sé de Greta?
Greta era indispensable para caminar a las noches invernales. Vos sentiste el viento punzante que circula acá y lo difícil de flamear por él solo. Frío polar directo a las rodillas, clavando hielo. Te recuerdo que no es una pretensión de flaneur del tercer mundo la mía de caminar cada noche conurbana, no es lugar común de metafísico berreta salir a pasear con el sobretodo negro puesto. No encuentro otra manera de llenar el agujero de esas horas muertas, mis horas madrugales siguen siendo, todavía hoy, horas de insominio. A lo mejor no te acordás porque hace bastante que te fuiste, pero en la época de lo de la bailarina me pasaba lo mismo. De bar en bar, sentandome apenas lo suficiente para tomar una copa y fumar un cigarrillo.
Cuando la conocí a Greta supe que por mucho tiempo no iba a poder dirigirme a una posta de viaje sin desearla sentada en una mesa. Así fue, y por suerte siempre mi anhelo se cumplía en algun punto de la noche. El Bar Campestre, El Ala, Juliverio, Minos (este bar abrió donde estaba Mirlo), Manchester; todas las noches encontraba el pelo apenas sobre el ojo derecho, la nariz redonda casi adentro del vaso, ese beso carmín al borde de la copa.
Esperé muchísimo para hablarle. Lo primero que le dije fue una de esas frases con las que siempre arremeto y que tanto te molestaban en su momento: "Las desconocidas siempre me han caído bien". Tardé más de tres semanas en animarme a invitarle un trago y unos tres meses en descubrir que la había seducido desde el uso del tiempo compuesto.
Vos sabés cómo maduran estas historias para mí y de cómo la elegancia y la soledad terminan fundiendose en una apreciable imitación de la felicidad. Gasté las suelas de mis zapatos negros jugando a encontrarla, conjeturando: "hoy va a estar en Juliverio a la una y a las tres se va a mudar para el bar inglés". Lo detectivesco se volvía conmovedor, sobre todo a la hora del desencuentro encontrado. Mi juego acababa ahí. Pero Greta era una mujer que soñaba las caricias que yo no podía darle en la vigilia y eso la mantuvo cerca por un tiempo.
Yo presentía su itinerario pero no podía imaginar su dedo blanco y la tragedia que cargaba. Conocés mi aversión por las preguntas y mi incapacidad de ver lo evidente.
El desenlace habría sido adivinable para quien lo hubiese seguido todo desde fuera. Una noche que aposté Minos ella estaba llorando en Álemand y cuando llegué, enfadado por mi desacierto, abrió mis ojos de golpe. Tenía la alianza espectral y tiró las cartas a la mesa sabiendo que no la iba a buscar más, que no pensaba coser los puntos de otros.
Lo que me tomó desprevenido es que supieses de ella. Espero que no me culpes tanto como yo me culpo por haberla dejado en esa mesa. Al fin y al cabo por algo penaba ya desde antes, que fuera lo mismo por lo que yo echo culpas al insomnio no me persuadió. No tenía sentido que dos ciegos se intentaran ayudar a cruzar la calle.
¿Seguís siendo de las personas que comprenden la fatalidad?
22-10-06
(imagen: Lau D)

jueves, octubre 19, 2006

sANONIMATO

con guagua


- tenés fuego?
te miré y te dije
pedí en el quiosco
¡Hey Boy Chico chico del Rock!
tuve que correrte dos malditas cuadras(¿sabés lo que son dos cuadras malditas para una fumadora del Rock?)
tenía que avisarte que no fue una mala intención
de esta parte mía
que yo fui la que pidió
(Boy)
era un disculparme, no te lanzaba imperativos







usted, armé
arme
no me toques el pelo a veces no me acuerdo y te escribo encima


y el tuyo, me dio vergüenza acordarme
porque encima tuyo encima estuve, yo (aclaro)
y hablé de dolor de cuerpo de poderes y políticos y prolegómeros impúdicos para escribirte en horizontal
-me sale un ojo (derechoizquierdo) la tinta para la piel
-estoy re enganchado, no cortes el polvo, che
-bueno, nerd
desorden

ella, sumándole a todo esto
comprendía otra escena
mmmmmmm… ella... ella
iba a un casting de modelos, ella tan
precoz
-cómo te fue?
la chica de túnica preguntó
dijo que el tipo le dijo que él sabía del tema
(mamá no podía enterarse noway! pondría línea control)
‘se hizo el Palito Ortega’
y ella no habla al pedo. ya firmó.
yo afirmo

y ese, el chiquitito de la mano
bueno, su abuela lo sentencia
acuchillándolo con
‘después de comer viene el sr. Nebulizador’
(y él ya piensa en las lágrimitas de moco)

al fin y al cabo
la más inteligente
Rita Malfatti
llama a ventas cuando en servicio al cliente no la quieren atender
están muy ocupados viendo videitos por la web
( youtube, suponemos)








y mientras el tiempo es lineal, el reloj es circular.

19-10-06

miércoles, octubre 18, 2006

La mort

La muerte cosechando cabezas se saca el sombrero y me dice: "forastero ¿qué haces pisando mis tierras? ¿no ves acaso que estoy segando? ¿o es que quieres que a tí también te rebane el cuello?"
Yo me saco el sombrero y le digo: "no muerte, lo que yo quiero es atravesar tu campo para llegar hasta el castillo del emperador."
La muerte se pone el sombrero y me dice: "forastero ¿quién te manda al castillo del emperador?"
Yo me pongo el sombrero y le digo: "muerte, me manda el mago, para que le entregue su tiara."
La muerte se saca el sombrero, lo pone sobre la hoz y me dice: "forastero ¿por qué el mago quiere que el emperador tenga su tiara?"
Yo me saco el sombrero, lo pongo sobre mi bastón y le digo: "muerte ¿por qué he de saber yo, un simple forastero, los propósitos del mago?"
La muerte sostiene el sombrero entre sus manos y me dice: "forastero dime ¿por qué el mago habría de confiar en un simple forastero para enviarle su tiara al emperador?"
Yo sostengo el sombrero entre mis manos y le digo: "muerte te digo, el mago confía en mí desde que sobreviví a la caída de la torre."
La muerte se pone el sombrero y me dice: "forastero contesta ¿y por qué no moriste aquel día en que cayó la torre?"
Yo me sorprendo y le digo: "¡cómo habría de saberlo, oh muerte!"
La muerte levanta la hoz y me dice: "¡oh forastero, yo te lo diré, aquella vez no olvidaste ponerte el sombrero!"
La muerte sigue segando y ahora la tiara se transformó en cuernos.

07-07-05

domingo, octubre 15, 2006

Ir de putas

Un amigo me dice "vamos de putas". La noche está mal. Poca gente en la calle (fin de semana largo y simulacro de veraneo). Venimos mal. Venimos de arrugar, de ser poco masculinos, de movernos a la izquierda, a la derecha, de mover la cabeza, los hombros, un poco las manos, los pies, mojados en un ritmo bobo; pero ningún susurro al oído de la rubia ni tan siquiera de la infaltable gordita simpática.
"Vamos de trolas", repite. "Hoy hay que descargarse con una puta ¿no tenés ganas de cojer?". "Ganas de cojer nunca faltan" le reconozco. "¿Tenés guita? Después te la devuelvo". Ese no es el problema, esperablemente. Frunso. Le frunso y sabe que le fallo.
La prostitución alimenta uno de los más asquerosos principios de nuestra sociedad. El axioma que dice: "cualquier cosa puede ser obtenida por dinero".
"Si yo cojo por plata estoy convirtiendo ese cuerpo en mercancía, boludo. ¿Vos te crees que yo me puedo bancar eso?". Es vergonzoso, estoy cosificando una persona, le traslado la concha a un equivalente x de Palitos de la selva.
No, no es asco por ella, cualquier mujer ya estuvo con alguien antes. Es asco por mi acción, por lo que afirmo cuando entrego dos Juan Manuel de Rosas para que alguien me chupe la pija y se deje culear. Si yo dejo de ver espíiritu en un aglomerado carnífero antropomórfico ya estoy superando con creces mi cinismo más despiadado.
"Ir de putas" es el italianismo más feo que conozco. Porque esa frase elide la palabra que designa "lugar"; ya le estás negando el espacio. Una puta es un no-lugar donde vos querés meter el choto, si no hay lugar no hay prueba del acto pero sí placer. Si me dijeras "Ir a lo de las putas" no te gustaría tanto, es como si llenaras un formulario que después te pudieran mostrar como evidencia, te quita la clandestinidad, ¿no?
"Te creo que tiran la goma como ninguna pero..." la división del trabajo deviene lógicamente en especialización. Así y todo ¿qué con ese beso a mi glande si tengo que renunciar a esas otras cosas en las que creo creer todavía?
Si doblo a la izquierda lo dejo en su casa, si agarro a la derecha está el toldito azul. "Te juro que casi me convencés". Pero o soy bastante cagón o algo de integridad me queda.
Arranco, veinte metros y marcha atrás. Te toco bocina, salís y con cara de contento me escuchás decirte: "Te olvidaste el buzo en el baul".

15-10-06

miércoles, octubre 11, 2006

Gorrito naranja

Hace frío y tu cabeza está tan desnuda que te regalaría mi gorrito naranja, mi parte de tela que imitando la franela me apaña la nuca y la frente, que me priva de la caricia del rocío, que me cierra la vista de tus cachetes de mujer.
¿De dónde sacás tu parsimonia encantadora? ¿Desde cuándo incubás esta enfermedad que me contagiaste?
Tu arma de guerra, tu estatua dorada, tu bolso de lana, tu escudo de fresas...
Todo eso merece la confianza de mi gorrito naranja, tejido a mano, cubriendo tu cara.
31-03-05 // 11-10-06

miércoles, octubre 04, 2006

Hombre azul

Y bajo del tren y cruzo los ríos proletarios. Tengo algo en la mano que el hombre azul no se digna a mirar. Su indiferencia confianzuda de hoy es la que hace que mañana trate de colarme y fracase; y así pierda tres minutos y él sonría. Con setenta centavos pienso que le robo esa alegría y trato de llamar su atención mientras sacudo un pedazo de papel blanco con bordes naranjas. Él mira al que viene atrás.
En setenta centavos y una mirada está toda la apuesta de mi día. Casi siempre gana él: extiende sus brazos, se pone firme y parece amenazarme con un abrazo de veda pura. Sé que se regocija con las miradas de desprecio que me pinchan la nuca. Yo miro para abajo y teatralizo que me pasó por distraido, intento sacarle crédito a su victoria abrasciva.
Envidio la sagacidad de ese hombre azul que sabe cuando mirar mi boleto y cuando no. Ahí está toda la diferencia entre nosotros dos: saber mirar.
En Constitución hay infinita gente e imagino que también infinitos duelos. Yo bajo siempre por las escaleras fijas y subo por las mecánicas cuando están paradas. A fuerza de concentración aprendí a encontrar las ratas abajo del andén, su paso es sutil y supongo que nunca voy a poder imitarlo del todo bien. Cada tanto reviso lo otro por si hay variantes, pero mi realidad insiste en hacer covers monocordes de sus peores dejá vu's. Por eso ignoro casi todo lo demás. Sé que en Constitución hay ínfima gente e imagino que también ínfimos duelos.
Despierto en la estación basílica. Tengo un boleto en el bolsillo pero no me acuerdo si es de hoy.
Y bajo del tren y cruzo los ríos proletarios.

03-10-06