sábado, enero 29, 2011

Las estrellas titilan

En la ciudad no se miran las estrellas.
Y si se las ven
no son las estrellas
sino pinturas de sí mismas.
En el lago recuerdo
algo que me prometo no volver a olvidar.
Las estrellas titilan.
Tengo que pensarlo en el año.
Quizás pueda sobrevivir algunos meses
si recuerdo que los astros
parpadean
allá en el lago.
Armo estos versos
acostado en el muelle
de un club de pesca.
No siento frío
pero me perturba el maullido
de un cachorro de gato
abandonado.
Extraño a Simona, pienso,
y también en otras cosas.
En la cabaña,
dos horas antes,
la morocha de ojos claros
describía
al compañero de la facultad que adora
a pesar de su novio ingenuo
con el entusiasmo estúpido
de una genuina enamorada.
El mismo gesto
que yo me habré perdido
en alguna ocasión.
La aprobación de sus amigas
y mi monomanía
me obligaron a salir al patio
a buscar más explicaciones,
como si alguna sensación de ese tiempo
fuera hoy recuperable.
Y desde ahí por lo menos
se arrastra la cola
de estos pensamientos.
Armo este poema
mirando las estrellas
acostado sobre el muelle
de un club de pesca,
ya dejan entrar a cualquiera.
La urgencia de no olvidarlo
porque no tengo papel
me empujan
a componerlo en mi celular,
ya los poetas son cualquiera.
Aunque al menos
siempre se puede
recurrir a ellos
cuando queremos escuchar
alguna palabra sobre amor
o cielos.
De todas las constelaciones
descubiertas solamente
con el ojo del hombre
yo sé reconocer dos:
Orión flechando al toro.
Pero hoy
veo a Diana
apuntando a una vaca indefensa.
Dicen que los hombres
han visto en el cielo
desde el principio de los tiempos
la verdad de sus corazones.
En el patio de casa
más de una vez
ensayé líneas propias
para poder dibujar mi cielo personal
en cualquier provincia.
Como con otras tareas idiotas,
siempre fracasé,
pero sospecho que no voy a olvidar
esta figura aterradora
aún cuando me lo proponga.
Pasan las noches
pero los astros se nos mueren de risa,
volviendo aún sin la luna
a mirarnos las cabezas distraídas,
privándonos de la oscuridad
que cubra todo vano atisbo de idea,
todo recuerdo opacado
por la marcha de infinitos soles.
Pero si pudiera recordar ese parpadeo,
y saber que allá en el lago
ellas también están muriendo,
quizás así
podría sobrevivir
un año más.

jueves, enero 27, 2011

Los primeros días del año

El primer día del año

me desperté mareado.
Afuera rayaba el sol
y mi ropa yacía al lado mío borracha.
El segundo día del año
amanecí en la cama de una extraña.
Aprendí su nombre cuando fui
a lavarme la cara
y lo vi escrito en una toalla.
El tercer día del año
me levanté nervioso.
Di vueltas por la casa asustado
moviendo todos los muebles.
El cuarto día del año
no dormí.
La luz me descubrió ensimismado
entre las sábanas transpiradas.
El quinto día del año
fue muy parecido al cuarto
y a los que siguieron.