sábado, enero 28, 2012

Bomboncito

Creo que fue en el 92
cuando mi hermano me llevó
a canal 9 Libertad
para ver en vivo a Bomboncito.
Con cinco años me inquietaban
las piernas de lycra
y la pollerita azul
de esa animadora rubia
rodeada de colores de arcoiris.

Madrugamos, viajamos en tren,
tomamos un colectivo e hicimos una cola
en la puerta del canal.
Mi hermano me compró una Coca
yo estaba excitadísimo
pero me porté bien;
siempre me portaba bien.

Un guardia nos hizo pasar a todos,
los nenes gritaban a sus madres o al aire
y alguno lloraba.
Ni a mi hermano ni a mí
nos gustaban los nenes que lloraban.
Nos sentaron en unas gradas
frente a la escenografía vacía
a izquierda y derecha cámaras
y por todos lados cables.
"No te levantes o te podés tropezar"
me dijo Ale
después una señorita de anteojos
nos pidió lo mismo
a todos los chicos y los padres.
El estudio de a poco se llenó
pero Bomboncito no aparecía,
la espera era tan difícil...
me agarraba con las manos a las gradas
para no salir corriendo a buscarla.
Más allá de las luces
el techo del estudio era negro
la gente grande iba y venía
con papeles en las manos
o revisaba aparatos.

Salió el perro, Hocicón,
yo lo vi primero,
todos lo saludamos:
"¡Hocicón! ¡Hocicón!"
El peluche se dio vuelta
y movió la cola para nosotros,
bailó y saludó con la mano.

Hablaba con una nena
que chupaba un caramelo
hasta que mi hermano me sonó los mocos
con un pañuelo que era de mamá.
Tenía la cara hundida en la tela
cuando todos chillaron.
Ahí la vi, ahí estaba,
de azul, amarillo y rojo
dos colitas
y los cachetes brillosos.
Desde donde estaba nos tiró un beso
habló con un señor,
ella también tenía un pañuelo
que se guardó.
Cuánta ansiedad cuánta alegría
qué díficil quedarse ahí sentado
atornillado con mis manos
saltando en el lugar.
El programa comenzó y todos cantamos
para recibir a nuestro amor
la chica de anteojos nos pidió que recitemos:
"¡Buenas tardes, Bomboncito!"
pero ya todos lo sabíamos.

Bomboncito entró saltando,
pero no nos saludó,
sonrió a la cámara y en silencio
se subió con la mano izquierda
un poquito la pollera.

Mi corazón infante se detuvo
al ver esa liga,
esa lycra cobriza,
mi boca exigió un dedo
para suplantar
el contorno final
de esas piernas inimaginables.
Tanto me absorbió
lo que mostraba la izquierda
que no vi lo que sacaba
con la mano derecha.

La gente grande se agitó
y un solo hombre se levantó
tarde de la platea;
Bomboncito se llevo eso a la boca
y explotó algo en su cabeza.

Todos aullaron cuando se desplomó,
los otros nenes estaban con la boca abierta,
todo era tan lento,
miraba la mirada de mi hermano
tan virgen de muerte como yo
más aterrorizado
más inmovil, con la boca más abierta.

Cuando pude apartarle la vista
dos hombres estaban sobre mi amor;
una bella durmiente
sobre una sábana roja,
se le veía la bombacha
y seguia muda.

La señorita de anteojos nos sacó,
todos en brazos de sus padres
llorando incansables, pataleando.
Mi hermano también me alzó
aunque yo no lloraba.
Sobre su hombro alcancé a ver
en el suelo por última vez
los labios retorcidos
rojos,
nunca más rojos,
de Bomboncito,
tan cerca,
tan linda.

Anacoresis

El hombre,
un herbívoro envidioso
que quiso depredar a sus depredadores
busca el útero en una cabaña
en un cuarto sin luces
en una caverna,
tan acertada la expresión criolla
de "irse a la concha de su madre".

Hubo un tiempo en que los bosques
y los desiertos
estuvieron plagados de eremitas.
Acá las pampas las ganó el Estado
y las selvas, los jesuitas.

Pero aún sobra espacio para estar solo,
aun sin jaguares que nos laman las heridas
en nuestro lecho de muerte,
todavía hay lugar para estar solo.

Buscamos refugio
porque sufrimos una guerra civil,
el cuerpo quedó una casa
pero con el techo roto.

Nuestro Mordor

Si cruzamos un descampado
o un cordón de fábricas
tras el humo negro,
en los charcos de las calles de tierra
o entre los ladrillos y las chapas
todos tenemos
nuestro Mordor.

Desde la ventanilla del tren
veo a una chica
bañarse con una manguera
y me pregunto
cuando dejó de sentirse observada.
Vías y autopistas
volando sobre las cenizas
que señalan el orgullo
liberador de nuestro miedo.

Imaginamos las escenas
que nos da terror interpretar
o recordar.
La adolescente de la manguera
no me percibió jamás,
podemos pelearnos por ver quién está peor
pero la chica de la manguera
no me va a ver jamás.

Lectura de poesía

Florencia es muy amable
y me invita nuevamente a su lectura de poesía.
Hace un tiempo ya que hago esto
y cada vez lo siento más ajeno.
Leo mi primer poema, en una ronda
de poetas
y de público,
un poco entrecortado.
Detesto empezar las veladas.
Sin aplausos, advierto que voy a leer el segundo
pero un chico me interrumpe
y me dice si mejor
no vamos leyendo de a uno
cada uno.
Me parece bien pero quedo
medio descolocado,
pienso que hice el ridiculo.
El chico se pone a leer
y noto por primera vez
verdaderamente
su presencia magnífica.
Lleva puestas unas calzas brillantes
o más bien
negras, con brillos fucsias
azules y turquesas.
Tiene una camisa suelta y encima
un collar de perlas de fantasía.
Tiene el pelo parado con cera,
apenas puedo escuchar su poema
aunque lo recita fuerte, gritando,
incluso para hacerlo se ha parado;
lee claro, muy bien,
pero las palabras no me alcanzan
quedan filtradas por su look.
Me siento impresionado y envidioso
por la presencia de un poeta.
Luego lee el tipo de los panes calientes
que ahora vende libros
tiene un cuadernito
con una letra demencial
que le espío.
Leen dos chicas
de voz muy bajita
a pesar del esfuerzo
no entiendo casi nada de lo que balbucean,
y ya me toca de nuevo.
El segundo me sale mejor
y eso que es un relato pegajoso
patético
que debería dar un poco de vergüenza.
Al panadero le gusta mucho
pero yo quiero ver la cara
del poeta de los collares
que no me enseña nada.
Está como en trance...
Asus lados lo escoltan dos fans
una está buena;
imagino sus orgías excitadas por la exhuberancia del lenguaje;
y yo todavia escribo poemas rimados.
Su segundo poema es más estridente
y está lleno de sustantivos
casi exclusivamente.
Florencia lee un poema que me gusta,
el de la toma del 2010,
año fatídico.
El panadero le canta un triunfo
a Lukanikos
el perro griego combativo.
Cuando me piden leer el tercero
me excuso y digo que
me salió tan bien el anterior
que no quisiera opacarme con otro.
En realidad deseo esta vez
con cen trar me
en los últimos versos
del poeta de las calzas.
Pero antes que él
lee una de sus fans
la linda.
Es un poema nervioso y agresivo,
incómodo,
de violaciones o sexo angustiante,
le habla a un hombre al parecer despreciable.
El poeta cierra el show
con un rapto consonántico sin respiro
envidio sus pulmones,
el poema es divertido.
Todos aplaudimos
a eso que ha ocurrido
que se supone
es la poesía
todavía.