Esa vez vos me dijiste: "los años pasan, pero la mirada no envejece" y yo te contesté: "porque para mirar hay que tener pelotas" y te pusiste contenta porque no sabías que conocía la frase. Vos la habías visto en el frente del club, yo la había escrito por todas las paredes de Lomas; pero así y todo no la consideraba de mi autoría porque era una de esas cosas que me llegaban de la nada, como si yo fuera una antena parabólica sin ningún conocimiento sobre ondas, vibraciones o física alguna. Porque sé muy bien que a veces no produzco sino que solo reproduzco lo que transmite otro que no está en ningún lado.
Nos había presentado mi amigo unas semanas después de la primera vez que te vi. Me habiís cautivado por ese vestido negro, que era del teatro pero que parecía que habías llevado puesto toda la vida, y por la forma sensual en que le tapabas la boca al hombre de gris que trataba de besarte.
Él me habia dicho que ya había pensado en nosotros dos porque vos leías a Nietzsche y le hacías chistes parecidos a los que le hacía yo, él pensaba las cosas así y por lo general tenía bastante razón.
La primera vez que salimos te diste cuenta pero preferiste no hacerle caso a tu intuición y le restaste importancia. Sabías que mi vista te desvestía y te desangraba en el mismo pestaneo, sabías que yo tampoco lo quería así, pero uno no puede entrenar a sus ojos por más verdes y adolescentes que sean.
La vuelta en que completé mi frase fue un poco a propósito el golpe, lo confieso. A veces parezco entrenado para la espontaneidad. Mi amigo en cambio decía que yo proyectaba a la otra en vos y que por eso preparaba esos momentos; yo le dije que eso se llamaba desplazar y que en todo caso a mí me parecía una reinterpretación muy mala de lo que nunca pasó. "Como en mi obra" me dijo, y yo asentí para conformarlo.
Despuús del incidente de la frase los vasos se pusieron a burbujear y ya no te pude ver. Ni hablar de mirarte. Te caías subiendo a las tablas y no había luz ni maquillaje que te disfrazara el cansancio de la cara. Yo sentía que nunca nos habíamos conocido, como si la maldición bajo mis párpados también hubiera arruinado el recuerdo.
La amiga de mi abuela cuando yo era chico me había dicho que mi forma de mirar era rara, fuerte; que tuviera cuidado de dónde clavaba la vista, que tratara de no mirar mucho a las embarazadas y a las nenas que eran las más vulnerables. Yo no entendía y digamos que no entendí bien hasta que me pasó lo tuyo. Las cosas de brujos siempre me habían parecido boludeces de mi familia pero casualmente la noche de teatro que hacías esa coreografía deliciosamente repetitiva le comenté a mis amigos que quería tirarme las cartas; tarot por cinco pesos en la santería de al lado de la estación. Al final no fui porque como casi siempre se me esfuman esos rayes que tengo, pero a la primera salida que hicimos de alguna forma me avivé, igual que vos.
Ojalá desde el principio me hubieras tapado la vista como al hombre de gris le tapabas la boca.
13-03-05 con barniz de hoy
Nos había presentado mi amigo unas semanas después de la primera vez que te vi. Me habiís cautivado por ese vestido negro, que era del teatro pero que parecía que habías llevado puesto toda la vida, y por la forma sensual en que le tapabas la boca al hombre de gris que trataba de besarte.
Él me habia dicho que ya había pensado en nosotros dos porque vos leías a Nietzsche y le hacías chistes parecidos a los que le hacía yo, él pensaba las cosas así y por lo general tenía bastante razón.
La primera vez que salimos te diste cuenta pero preferiste no hacerle caso a tu intuición y le restaste importancia. Sabías que mi vista te desvestía y te desangraba en el mismo pestaneo, sabías que yo tampoco lo quería así, pero uno no puede entrenar a sus ojos por más verdes y adolescentes que sean.
La vuelta en que completé mi frase fue un poco a propósito el golpe, lo confieso. A veces parezco entrenado para la espontaneidad. Mi amigo en cambio decía que yo proyectaba a la otra en vos y que por eso preparaba esos momentos; yo le dije que eso se llamaba desplazar y que en todo caso a mí me parecía una reinterpretación muy mala de lo que nunca pasó. "Como en mi obra" me dijo, y yo asentí para conformarlo.
Despuús del incidente de la frase los vasos se pusieron a burbujear y ya no te pude ver. Ni hablar de mirarte. Te caías subiendo a las tablas y no había luz ni maquillaje que te disfrazara el cansancio de la cara. Yo sentía que nunca nos habíamos conocido, como si la maldición bajo mis párpados también hubiera arruinado el recuerdo.
La amiga de mi abuela cuando yo era chico me había dicho que mi forma de mirar era rara, fuerte; que tuviera cuidado de dónde clavaba la vista, que tratara de no mirar mucho a las embarazadas y a las nenas que eran las más vulnerables. Yo no entendía y digamos que no entendí bien hasta que me pasó lo tuyo. Las cosas de brujos siempre me habían parecido boludeces de mi familia pero casualmente la noche de teatro que hacías esa coreografía deliciosamente repetitiva le comenté a mis amigos que quería tirarme las cartas; tarot por cinco pesos en la santería de al lado de la estación. Al final no fui porque como casi siempre se me esfuman esos rayes que tengo, pero a la primera salida que hicimos de alguna forma me avivé, igual que vos.
Ojalá desde el principio me hubieras tapado la vista como al hombre de gris le tapabas la boca.
13-03-05 con barniz de hoy
3 comentarios:
Qué lindo :)
Además el verde, es mi color predilecto :) :)
Ternura!!
Re lindo chicoverde, siempre esa retórica cuidadosa y sincera.
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