Recuerdo cómo nos reimos
cuando en cuarto grado
Ezequiel Lupinacci
dijo que quería
ser remisero de grande.
Su falta de aspiraciones
a todos los futuros aviadores
y médicos forenses
nos resultaba tan objeto de burla
como desconcertante.
Pero habría que revisar
si ese era un sueño tan vulgar.
Si en ese momento pensamos
que su imaginación era apocada
entendimos todo mal.
Juzgar sin remedio ese justo anhelo
era simplificar.
Sin dudas en su mente infantil
alguna entusiasmo debía prometer
esa profesión barrial.
La pregunta es
¿qué imaginaba Lupinacci
de su vida al volante?
¿qué fantasías noctámbulas
manejando bajo la lluvia
cumpliendo con los destinos de otros?
No sé si Lupinacci se hizo remisero.
Pero una vez me subí a un 278
y reconocí en el chofer
a Matías Croceri
otro compañero de la primaria.
No sé cómo llegó a ser chofer de línea
Matías Croceri,
o Croco como todos le decían,
pero cuando lo vi inmediatamente
pensé en su hermana muerta.
Pensé en esa tarde confusa
en la que todos los compañeros
fuimos al velorio en su casa,
no deberíamos tener más de nueve
o como mucho diez años.
Estábamos con el uniforme,
nos había llevado la señorita Silvina
como si fuera una excursión a la muerte,
sin dudas la más didáctica
de todas las que jamás hicimos.
La única vez que había ido a esa casa
fue para un cumpleaños
y la hermanita de Croco ya estaba complicada,
sentíamos los chicos el tabú de no preguntar
por qué esa nena no jugaba.
Ahí estabamos los ventipico de la división
compenetrados en el papel solemne
que sabíamos que había que representar
ayudados por la perplejidad
de afrontar colectivamente una desgracia.
Fede Silva señaló la marca en el centro
de las coronas y comentó con un tono sarcástico:
"Lo único que les importa es la publicidad".
Y todos lo repetimos, porque entendimos
el asco del capital en el seno del rito.
Después de unas condolencias incómodas
me fui caminando con Esteban
hasta nuestras casas.
(¿por qué nos dejaron volver solos
si habíamos ido en excursión?)
En el camino nos cruzamos con Juan Manuel,
el hermano mayor de Anabella Jorjovich,
y le contó a Esteban emocionado
que había encontrado o alguien le había regalado
un mazo de cartas pornográfico.
Nos desviamos y fuimos a ver las cartas
yo seguí por inercia, creo que no sabía volver a casa,
en todo caso no comprendía demasiado
muchos misterios para un solo día
ni sospechaba lo que era la paja.
No recuerdo qué meditaciones ocupaban
mi cabeza en esos años
pero me he acostumbrado a las marcas
de las coronas en los funerales,
he ajustado mi ánimo al pasaje
del pensamiento de la muerte
al deseo de la carne,
he aprendido a volver solo
hasta mi casa caminando.
Pero no me acuerdo, cuando era chico,
qué quería ser de grande.
domingo, noviembre 30, 2014
Qué quería ser de grande
Publicadas por chicoverde a la/s 3:13 a.m.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
qué lindo
Lindísimo
Publicar un comentario