Y bajo del tren y cruzo los ríos proletarios. Tengo algo en la mano que el hombre azul no se digna a mirar. Su indiferencia confianzuda de hoy es la que hace que mañana trate de colarme y fracase; y así pierda tres minutos y él sonría. Con setenta centavos pienso que le robo esa alegría y trato de llamar su atención mientras sacudo un pedazo de papel blanco con bordes naranjas. Él mira al que viene atrás.
En setenta centavos y una mirada está toda la apuesta de mi día. Casi siempre gana él: extiende sus brazos, se pone firme y parece amenazarme con un abrazo de veda pura. Sé que se regocija con las miradas de desprecio que me pinchan la nuca. Yo miro para abajo y teatralizo que me pasó por distraido, intento sacarle crédito a su victoria abrasciva.
Envidio la sagacidad de ese hombre azul que sabe cuando mirar mi boleto y cuando no. Ahí está toda la diferencia entre nosotros dos: saber mirar.
En Constitución hay infinita gente e imagino que también infinitos duelos. Yo bajo siempre por las escaleras fijas y subo por las mecánicas cuando están paradas. A fuerza de concentración aprendí a encontrar las ratas abajo del andén, su paso es sutil y supongo que nunca voy a poder imitarlo del todo bien. Cada tanto reviso lo otro por si hay variantes, pero mi realidad insiste en hacer covers monocordes de sus peores dejá vu's. Por eso ignoro casi todo lo demás. Sé que en Constitución hay ínfima gente e imagino que también ínfimos duelos.
Despierto en la estación basílica. Tengo un boleto en el bolsillo pero no me acuerdo si es de hoy.
Y bajo del tren y cruzo los ríos proletarios.
03-10-06
En setenta centavos y una mirada está toda la apuesta de mi día. Casi siempre gana él: extiende sus brazos, se pone firme y parece amenazarme con un abrazo de veda pura. Sé que se regocija con las miradas de desprecio que me pinchan la nuca. Yo miro para abajo y teatralizo que me pasó por distraido, intento sacarle crédito a su victoria abrasciva.
Envidio la sagacidad de ese hombre azul que sabe cuando mirar mi boleto y cuando no. Ahí está toda la diferencia entre nosotros dos: saber mirar.
En Constitución hay infinita gente e imagino que también infinitos duelos. Yo bajo siempre por las escaleras fijas y subo por las mecánicas cuando están paradas. A fuerza de concentración aprendí a encontrar las ratas abajo del andén, su paso es sutil y supongo que nunca voy a poder imitarlo del todo bien. Cada tanto reviso lo otro por si hay variantes, pero mi realidad insiste en hacer covers monocordes de sus peores dejá vu's. Por eso ignoro casi todo lo demás. Sé que en Constitución hay ínfima gente e imagino que también ínfimos duelos.
Despierto en la estación basílica. Tengo un boleto en el bolsillo pero no me acuerdo si es de hoy.
Y bajo del tren y cruzo los ríos proletarios.
03-10-06
4 comentarios:
jaja!lindo vila, muy lindo en serio...yo ando con el tren por beccar casi siempre lo q indica q no hay duelo posible, ya q no hay retador...una lastima...
Saber mirar... saber mirar.
Todo está en los ojos greco-romanos. Que me miran y no veo y soy vista, a medias, como de costumbre.
Gracias por el link chico verde. Haría lo mismo pero no sé cómo. Si me explicás te devuelvo simétricamente el gesto.
Cada vez que yo cruzo ríos proletarios me siento morir un poco. Me gustaría ser yo también agua de río, pero con todos en un río que no baje a los infiernos.
El hombre azul vive para mirar. Excusad su habilidad, debe ser la única que tiene.
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