Entonces, el gobierno argumentaba, como la historia de los pueblos había demostrado que la lucha contra el crimen era en vano, se proponia una medida muchisimo menos ilusoria e hipócrita: regularlo.
La ley 33.609 especificaba que la agresión física estaba terminantemente prohibida. En caso que un ciudadano se negara a entregar su botin al filibustero que le tocara en gracia, el bandido podía avisar a un efectivo policial para que medie en la disputa. De no encontrarse policia alguno cerca, el ladron estaba habilitado para efectuar una multa inmediatamente.
La tarifa de los rateros estaba fijada en el 75% del dinero en efectivo que las victimas acarreasen. Asimismo podían tomar algún bien material que careciese de valor emocional. Algunos de los listados por la ley regente eran camperas, bolsos, relojes y celulares. De estos ultimos el bandido estaba obligado a entregar la tarjeta de memoria (SIM). Si alguno de los asaltados consideraba, no obstante, que los objetos sustraidos portaban un valor agregado sentimental podían acudir a juicio con el Estado para recuperarlos u obtener un beneficio económico por la pérdida.
Al finalizar el hurto el ladrón debía entregar un comprobante de robo a su asaltado, éste lo eximia de volver a ser asaltado por los próximos 6 (seis) meses. Otras sustracciones más importantes tenían plazos diferenciados. El robo de un auto no podía ejecutarse dos veces al mismo individuo por 10 años. El caso más desafortunado del robo a una casa eximía al perjudicado de repetir la situación por 30 años. En estos casos otorgar un comprobante no era necesario puesto que era el mismo sindicato el que indicaba que casa debia ser desvalijada, figurando en sus registros cuales cumplian las condiciones y cuales no.
Se vestian de murga todos los barrios el 29 de diciembre, día del ratero. Año a año no dejaban de inaugurarse en cada plaza del país un monumento a José Murillo, Jano o Rocambole, ocasionalmente acompañados por la leyenda "sans haine, sans violence et sans arme".
El primer presidente bandido de la República asumió 10 años después de la promulgación de la ley criminal. La euforia popular duró meses y la nación alcanzó una nueva era dorada. La tasa de hurtos controlada generó lo que los economistas llamaron "deja vu del consumo". A grandes lineas esto se explicaba así: los bienes robados eran repuestos rapidamente por las víctimas porque el temor a volver a ser hurtado no existia, por lo tanto un porcentaje del consumo se reduplicaba. La regulación de esta tasa ayudo a reactivar la economía y prevenir los períodos recesivos.
Este período de bonanza de la República Sanmartiniana de Argentina finalizó con la crisis de la yerba mate que desestabilizó la economía nacional y dio paso a la sangrienta dictadura de la oligarquía de la seguridad privada.
25-02-08
La ley 33.609 especificaba que la agresión física estaba terminantemente prohibida. En caso que un ciudadano se negara a entregar su botin al filibustero que le tocara en gracia, el bandido podía avisar a un efectivo policial para que medie en la disputa. De no encontrarse policia alguno cerca, el ladron estaba habilitado para efectuar una multa inmediatamente.
La tarifa de los rateros estaba fijada en el 75% del dinero en efectivo que las victimas acarreasen. Asimismo podían tomar algún bien material que careciese de valor emocional. Algunos de los listados por la ley regente eran camperas, bolsos, relojes y celulares. De estos ultimos el bandido estaba obligado a entregar la tarjeta de memoria (SIM). Si alguno de los asaltados consideraba, no obstante, que los objetos sustraidos portaban un valor agregado sentimental podían acudir a juicio con el Estado para recuperarlos u obtener un beneficio económico por la pérdida.
Al finalizar el hurto el ladrón debía entregar un comprobante de robo a su asaltado, éste lo eximia de volver a ser asaltado por los próximos 6 (seis) meses. Otras sustracciones más importantes tenían plazos diferenciados. El robo de un auto no podía ejecutarse dos veces al mismo individuo por 10 años. El caso más desafortunado del robo a una casa eximía al perjudicado de repetir la situación por 30 años. En estos casos otorgar un comprobante no era necesario puesto que era el mismo sindicato el que indicaba que casa debia ser desvalijada, figurando en sus registros cuales cumplian las condiciones y cuales no.
Se vestian de murga todos los barrios el 29 de diciembre, día del ratero. Año a año no dejaban de inaugurarse en cada plaza del país un monumento a José Murillo, Jano o Rocambole, ocasionalmente acompañados por la leyenda "sans haine, sans violence et sans arme".
El primer presidente bandido de la República asumió 10 años después de la promulgación de la ley criminal. La euforia popular duró meses y la nación alcanzó una nueva era dorada. La tasa de hurtos controlada generó lo que los economistas llamaron "deja vu del consumo". A grandes lineas esto se explicaba así: los bienes robados eran repuestos rapidamente por las víctimas porque el temor a volver a ser hurtado no existia, por lo tanto un porcentaje del consumo se reduplicaba. La regulación de esta tasa ayudo a reactivar la economía y prevenir los períodos recesivos.
Este período de bonanza de la República Sanmartiniana de Argentina finalizó con la crisis de la yerba mate que desestabilizó la economía nacional y dio paso a la sangrienta dictadura de la oligarquía de la seguridad privada.
25-02-08
2 comentarios:
Estamos jugando al ajedrez.
Yo muevo tus piezas y vos movés las mías.
Entonces, ¿por qué son "tuyas" tus piezas y "mías" las mías?
Estamos viviendo.
Claro!!! Es brillante!!!
Gravar con tasas exhorbitantes las actividades delictivas!
O sea, blanquear lo que ya hacen los jueces, policías, etc, solo que en calidad de "cometa", o "impuestos en negro".
Salud
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