Volvían ambos a sus apreciaciones simétricas caminando por la Rue Meeks, una en el cielo y el otro en la tierra, a paso rapido él y con lentísimas zancadas ella. Pretendida por los cielos, aquella cuyo cuerpo causaba pensamientos libidinosos en los transeuntes, relajaba sus ojos y se imaginaba en órbitas lejanas, buscando su estrella y desollinando volcanes por ahí. Señor de las baldosas, aquel de los zapatos brillantes, se sentía invadido por el Odio desde aquel infortunado encuentro en el callejón. Continuaron un par de cuadras ambos en su verticalidad meditabunda, cuando de la penumbra salió un eminente personaje de la fauna sureña, especimen ignoto de los parajes del Gran Buenos Aires, impávido sujeto atado por quién sabe que hados del destino: el Bonaerense. Distraidos aquellos por sus necias observaciones, no advirtieron el advenimiento de tal insigne ejemplar de las filas de la ley y el orden, así que sólo notaron su presencia cuando el susodicho oficial los increpó exclamando:
-Documentos.
Al oir aquel vocablo, nuestros héroes bajaron de inmediato hacia la horizontalidad que les exigía la situación y posaron los ojos al mismo tiempo sobre el Bonaerense. Apabullados por tal impresionante presencia tuvieron reacciones muy diferentes. Ella no pudo evitar soltar una mueca de desprecio que enseguida escondió con un gesto neutro. Él sonrió y tomó enseguida su cédula de identidad y arrebató la de su compañera de entre sus manos, para entregárselas al aparecido policía a la vez que decía:
-¡Aquí tiene oficial, a su servicio! Casualmente esperaba encontrar a alguien de su eminente profesion para despejar ciertas dudas de índole...
Pero no pudo continuar, al ver los documentos en orden el Bonaerense no hizo más que devolverlos a la joven, y sin proferir palabra alguna siguió caminando, ante la mirada de los dos adolescente, desvaneciéndose en la noche repentinamente, de la misma forma en que habia llegado.
-¡Carajo! Así jamás vamos a poder develar los secretos del universo cobanil... Impenetrable la mente de tales sujetos, inentendible su psicología, imposible cualquier conciliación con el orden y la ley si esto sigue así...Y siguieron camino, cabizbajo el uno y cabizalta la otra.
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