lunes, mayo 22, 2006

Un paseo (estación tercera)

-¿Qué es eso?
Asomabase entre una selva de pastos crecidos y demás plantas una colosal pieza metálica de cinco metros de alto, hermana menor de la construida tiempo atrás por un tal Gustavo en Paris.
-Esa es la famosísima Torre Eiffel argentina. Que como no podía ser de otra forma se encuentra en Temperley...
Se rió avidamente la otra y acordóse:
-Artaud es un genio, no podés dejar de leerlo.
Cambiaban los dibujos de las baldosas pero ellos seguían ecuánimes. Aquella del lado de las casas, aquel bajando y subiendo incómodamente del cordón con cada paso.
-No me cabe duda, si es que vos lo decís, pero ahora estoy metido en otro tipo de material. Igual lo voy a tener en cuenta. Igual no quiero hablar de literatura. Encontré algo más apropiado para la noche- dijo mientras señalaba hacia la vereda de enfrente. Allí se sostenía un nobilísimo bar, carente de nombre, pero rebosante de alcóholes, seguramente. Continuó:
-Será esta la próxima parada de nuestro recorrido.

Dicho ésto cruzaron la grandiosa Meeks y se internaron en el recinto báquico.No poco les costo encontrar una mesa disponible una vez dentro, tuvieron que esperar a que una pareja indecisa se levante de su lugar luego de una acalorada discusión que sostuvieron por diez minutos. Una vez establecidos un hombre alto y desgarbado salió de la barra situada a su derecha y les alcanzó la carta, pero antes de que pudiera dejarla en la mesa, aquel le ordenó:
-Traeme dos whiskies.
Al escuchar la orden, retiró la carta y volvió a la barra a paso apresurado. La otra le dijo:
-Yo no quiero tomar nada.
-Menos mal, no se me ocurrió preguntarte si querías tomar algo- respondió con fina sonrisa.
Ella rió también, pero enseguida su rostro cambió al ver pasar por delante suyo a una grotesca figura femenina, pintarrajeados sus pómulos y ojos, demasiado brillante su atuendo. Un poco ofuscada inquirió al otro:
-¿A dónde me trajiste?
Él, complacido por la pregunta, dibujó una sonrisa en su cara y contestó:
-Era necesario interponer un poco de chapa y cemento entre usted y el firmamento para que notara lo que quería mostrarle en este viaje... Mire a su alrededor, observe el espectáculo teatral que propicia este microcosmos del Gran Buenos Aires.

Giró la cabeza en torno del aposento e invitó a la otra a hacer lo mismo. Por la escena merodeaban algunas adolescentes cubiertas por desfachatadas ropas y de labios pintados, llenas de vigor y con un notable entusiasmo impreso en sus ojos. Se veía al fondo un mesón donde cinco hombres de unos veinticinco años tomaban cerveza y justo al lado de ellos un señor de blanquecinos cabellos erizados, que fumaba mientras observaba cuidadosamente a las adolescentes antes mencionadas. Sentado en la barra descansaba un golem de carne de casi unos dos metros de alto, de anchas espaldas que, vestido con una camiseta blanca, dejaba ver en sus omoplatos y brazos un verdadero mural de tatuajes.

Después de observar atentamente y sin reparar en la expresión de intriga de su compañera, continuó: -Es este el sueño progresista consumado casi en su totalidad. Aquí tenemos al eminente obrero de siete a catorce, que se mutila a cada hora de trabajo en la construcción o en la fabrica, que no falta nunca a una marcha o reunión gremial, que suda por los poros sangre para conseguir esos miserables pesos que precisa para vivir y que luego gasta en mujeres y ginebra los fines de semana. Y si por algún motivo sobrase un vuelto de sus noche de juerga, los invierte en aquellos presumibles grabados de tinta cutáneos, sólo para alimentar su espíritu narcisista y engalanarse mejor durante sus incursiones nocturnas. ¿Qué va a hacer si por culpa de su patron no tiene chance de otro tipo de vida?

Allí están las ninfas noctámbulas, merodeando las noches pertrechadas por las más finas telas y adornadas con los más singulares tesoros, dispuestas a la lujuria y ansiosas por cosas que ni siquiera conocen muy bien, arrastradas por la masificación y preocupadas por los más pasajeros placeres. Divinas lucen ahora, pero que poco locuaces se veían sus rostros cuando lloraban caprichosamente frente a sus madres para conseguir aquellas ropas, esos adornos y el permiso para vagar por la noche. Estas pequeñas damas, jugando a la belle epoc, cuando sus abuelas de seguro mantuvieron su hogar lavando trastos en la quinta del latifundista Jorge Temperley.

No dejes atrás a aquel foribundo personaje, el anciano que muy pituco se mimetiza en estos lares, atraido por la carne joven y el vivo recuerdo borrascoso de una vida que se le apaga. Aterrado por la señora negra que le señalara el camino a los infiernos, busca salidas de fantasía en cremas, tinturas y ropa de marca. Insaciable es en sus antojos, pendenciero con los niños, desdeñosos con los pobres, olvida el amor que alguna vez recibió de su amadisima finada y sucumbe a toda clase de vicios posmodernos.

Y no olvidemos por favor al futuro inmediato, los orgullosos universitarios, líderes de nuestro país en la posteridad; que más ocupados en algunas practicas non-sanctas que en el estudio, pierden sus caminos académicos entre alguna falda pecaminosa o confunden las vueltas de su destino con la redondez inmaculada de una barril de cerveza. Para ellos hay tiempo para un juicio más justo, pero mientras tanto no dudaran en tender redes de pena, inundadas de los sofismas más baratos, ciegos por su soberbia infundada y prestosos a intercambiar más que palabras con otro ente facultativo del sexo opuesto. Todo mientras sus progenitores, drogados con el sueño de un título, cargan a sus espaldas semejantes tumores ventiañeros.

Por supuesto todos estos individuos están bien preparados para este juego, con sus atavíos de marca, sus teléfonos con cámara y sus cabellos peinados, cortados, planchados, coloreados, desmechados, matemáticamente diseñados en alguna de las ciento diecisiete peluquerías lomenses. Es aquí donde puedes notar tales sutilezas, ya que en tus pagos capitalinos las líneas entre el ideal y la carne se hallan borrascosas, mientras que aquí es tan notoria y grotesca la transposición, que roza el ridiculo. Esto era, sin más, lo que quería que observaras: como un antiguo afán delirante por armar la pequeña Europa, sumado a la mentira de la globalización, ha dado vida a un deforme monstruo urbano que se reproduce como conejos. Urbi et orbe.

Ella, turbada por lo que había escuchado, preguntó frágil:
-¿Y qué pensás que se puede hacer para que esto no sea así?
El otro respondió con visible pena:
-No lo sé, doncella, no lo sé. Y eso es lo que más me molesta. Pero algo tenemos que hacer si no queremos que un día al llegar a nuestras casas, agotados por un árduo trabajo oficinista en alguna odiosa multinacional, nuestros hijos enfundados en sus remeras del Che Guevara, nos pregunten, consternados como lo estamos ahora, qué hicimos para que esto no sea así.
Fue silencio el resto. Hasta que llegaron los whiskies, y de un apresuradísimo trago finiquitaron a los dos.
-Sabía que ibas a querer tomar -dijo con una triste sonrisa. Y se fueron.
06-02-05

4 comentarios:

chicoverde dijo...

Nota para los amigos de siempre(*)

Cuando publiqué por primera vez este texto deje un comentario que suscitó ciertos reproches en algunos de mis amigos, reproches que iban contra el sentido esmerado y de falsa solemnidad del mismo (obviamente no hacia mí). Yo todavia justifico ese procedimiento, pero lo que me he replanteado es el sentido de ese comentario.
Cuando escribí "Un paseo" estaba convencido de que yo solo estaba haciendo una emulacion al estilo de "Adán Buenosayres", cual epígono escolástico.
Hoy creo que no, que el sentimiento aglutinante que intente contrastar en mi prosa contra la llaneza del submundo temperleiano es diferente. Yo no abundo en metafisicas, y si acaso un merito debe tener este cuento es el de la condensasion de eso que mi amigo Matías llamó la "melancomedia", quizas el motor más grande de todas mis acciones.
Yo no quise inflar al lector de barroquismos con el proposito de hacerlo caer con mas fuerza en el grotesco, en lo patetico. Mi objetivo fue combinar mecanismos rebuscados y simples para apuntar a la idea que me parecia conveniente comunicar. La heterogeneidad de discursos fue mi meta primordial. Dos metodos diferentes para dar en el mismo centro. El juego, el traspaso de registros, los elementos fantasticos, las descripciones interminables, no apuntan a ningun valor trascendente. No es un texto romantico. Quise reconstruir el paroxismo de una noche que fueron todas, la idea fija de que la materia verbal alivia el despecho con el mundo. Espero que quien lo leyo lo haya disfrutado por eso y no por estupidas interpretaciones que hice de mi mismo en ese momento.



(*)Nota a la nota: Si hago esta aclaración, a todas las claras innecesaria y pretenciosa, es para implementar aquel compromiso, que gustoso tome con mi amigo miparedro, de escribir la historia de los mirlos. Nuestras guerrillas tambien cuentan y este texto se volvio mi guerra civil, no puedo dejar de mirar para atras, tratando de explicarmelo.
Cito parte del parágrafo que mi querido amigo me recordó:
"Estamos todos dominados por una concepción anquilosada sobre lo que es importante y lo que es irrelevante, fijamos la vista angustiados sobre lo que es importante, mientras lo que es irrelevante, disimuladamente y a nuestras espaldas, extiende sus guerrillas que, al fin y sin que nos percatemos, cambian el mundo y nos cogen desprevenidos”
Milan Kundera, El libro de la risa y el olvido

Anónimo dijo...

donde aparece la historia del mirlo?????????


no me acuerdo de donde la saque, solo se que el otro dia la escuche otra vez en una peli de godard: "salvese quien pueda" (=que un tema de juana)

te quiero sin palabrerios

que alguien me responda lo del mirlo

besos
ju

Arbusto dijo...

Yo no conozco Temperley de otra manera que no sea esta. No cuento mi fugaz paso por la estación, nada barroco, una noche en que, extraviado, volvía al hogar, luego de haber confundido Glew con Ezeiza.

chicoverde dijo...

Releyendo mi nota de arriba me di cuenta de que en realidad no visualicé nada nuevo, si no que estaba remasterizando un comentario que miparedro me dejara dias despues de la publicacion en genteloca de este cuento (que fue hecho para un concurso y blablabla). Adjunto los comentarios de esa ocasión (incluida mi aclaracion que menciono arriba), haciendo un poco de arqueología web y que vean que ni pude decir algo de mí que no haya sido dicho ya (eso es falta de imaginacion).

vila
Me veo en la obligacion de aclarar algunas cosas.
Para aquellos que alguna vez en su vida tuvieron la gracia de posar sus ojos sobre un excelente libro llamado "Adan Buenosayres" de Leopoldo Marechal seguramente sera facil reconocer el uso del mismo estilo entre lo comico y lo clasico y algunas metaforas propias de ese volumen en este humilde cuento. Mi objetivo fue trasladar la idea "Adan..." a mi tiempo y mi lugar, con el simple afan de realizar una critica parecida a la del susodicho libro.
"Un paseo" trata de ser un relato simetrico con respecto a "Adan..." asi como es el ultimo libro de "Adan..." un relato simetrico con respecto a la "Divina comedia " de Dante o como el "Ulises" de Joyce es un relato simetrico con respecto a la "Odisea" de Homero.
Sera tarea del lector el juzgar si este texto tiene algo meritorio.

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sibila
Si tiene algo meritorio?. Te voy a ser completamente sincera.
Cuando salio el tema de discucion preguntando quien era el que mejor escribia de la pagina, y vos saliste junto con Epifanio como los mejores, yo hacía poco que había entrado, pero de todas maneras algo me llamo a no leerte nunca más, cuando en realidad quizas la reacción lógica hubiese sido leerte y comprobar si realmente eras bueno, o no.
De la misma manera que me broto esa reaccion, hoy me broto leer tu texto con respecto al concurso que habían programado más allá de que yo no figuro como parte de él.
Me dejó tan inerte, tan callada, que me sentí demasiado idiota, demasiado incapaz de alcanzarte. Hubiese deseado quedarme con la primera impresión para no tener esta horrible sensación ahora.
¿Envidia? Sí, envidia con todas las letras. Un pecado capital más para la lista.
Y peor por que encima de que es magnífico el texto por cómo está escrito, también me siento una persona burda, vulgar, pegajosa; con el deseo constante de ser como la adolescente que retrataste.

De todas manera, vale aclarte que cuando yo leo algo que me maravilla de tal manera, mi primera reacción lógica es la anterior, para después pasar a... admirarte.
Meritorio? Más que eso.



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luicso
¡Que buen trabajo chaval! , dan hasta ganas de dorarte la pildora ,pero eso es perjudicial.
Mi enhorabuena.

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miparedro
Escribo este comentario porque (pienso) debo agradecer tantas gratitudes.
Tanta gratitud creativa, egoísta y altruista, también.
Remarco ciertas características de este paseo: en principio una relación que lo atraviesa, una relación literaria pero no literal, filosófica pero no de pacotilla; una relación lamaga-oliveira, una mujer que da en el blanco con los ojos cerrados (su punzón despreocupado), un hombre que, por su parte, no hace más que abrir los ojos, dando en el blanco también, valiéndose de certeros y ridículos cálculos. Uno viene de abajo y el otro de arriba, pero ambos se encuentran en el mismo punto negro.
Creo pensar que Buenos Aires es una larga galería de cavernas, de grutas silenciosas de difícil acceso pero gratificante visita. Este texto se nos brinda, nos muestra que existe una localidad perdida en el mapa, encontrada en un corazón escritor, plagada también de piedras y catacumbas que deleitan con su desafío constante. Un largo camino de asfalto con nombre dudosamente inglés, en donde desembocan mitologías del lugar, seres grotescos y fantásticos, aventuras perdidas a punto de explotar.
Un lenguaje barroco y arcaico completan el cuadro (muy cuidado y muy correcto, por cierto). Quizás el modo sobrio de este comentario, en el que no acepto que se encuentre la soberbia, se deba a un intento de hacer honor al estilo antedicho. Acepto gustoso su desafío, Sr. Vila.