La existencia de los dragones orientales depende de la continuidad en el mundo de una serie de objetos que alternan secuencialmente por azar. La vida de los dragones le fue confiada alguna vez a una caña de bambú, a la garra de un oso, al mango de una espada, a un jarrón de cerámica, a los bigotes de un sabio. Nadie sabe cuándo cambia el objeto que las resguarda pero un ojo bien entrenado puede reconocerlo cuando lo ve. Un día, un hombre descuidado se acuesta en la playa sobre su mochila y rompe sus lentes de sol fabricados en Taiwan. Todos los dragones mueren en sus palacios de piedra y oro.
jueves, febrero 02, 2017
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario